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“México, a 200 años de su independencia”. Entrevista a Jean Meyer

Autor: 
Erick Morales R.
Fuente: 
LFC-México

El 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante, comandado por Agustín de Iturbide, entraba a la Ciudad de México desatando el júbilo de la población que anunciaba la victoria independentista sobre la Corona española luego de once años de conflicto armado. Un día después se firmaría el Acta de Independencia que declaraba a México como una nación libre y soberana.

A 200 años de distancia de este acontecimiento, la revista La Familia Cristiana entrevistó al reconocido historiador Jean Meyer, quien nos compartió sus reflexiones acerca de diversos temas que envolvieron al ambiente independentista de la época y que marcaron el rumbo, durante los primeros años, de la joven nación mexicana.

LFC - El movimiento de independencia de 1810 (año de gestación) no es el mismo de aquel que se efectuaba en el año de consumación (1821). El contexto, sin duda, es diverso entre sus inicios y su cierre. ¿Qué acontecimientos (y/o personalidades) considera clave en el transcurso de estos años para que se consolidara la independencia de México?

JM - Claro, 1810 no es 1821. El levantamiento de Hidalgo y de los que lo involucraron en su complot es la consecuencia de la agresión de Napoleón contra España, en 1808, cuanto quita la corona al rey y a su hijo, el príncipe Fernando, para darla a su hermano José Bonaparte, apodado “Pepe botella” por los españoles, dado su gusto por el vino. Las Américas del imperio español, como España misma, no reconocieron el golpe de Estado, el atraco y la ocupación militar. El pueblo español se levantó en armas y luchó hasta expulsar el usurpador en 1813. 

En América, la primera reacción, en 1808, fue de lealtad absoluta a la Corona. Frente al intento napoleónico de tomar control de América, las élites locales se organizaron para resistir. Como no pasó nada, a los dos años algunos pensaron que perdida la metrópoli española para siempre, por la traición de las élites peninsulares, había que salvar a la Nueva España y a la religión. Tal fue el inicio de la insurgencia.

En 1821, después de la derrota de Napoleón, a la hora del golpe de Estado liberal en España, después de una agotadora guerra civil que se llevó 600 mil vidas en la Nueva España, el brillante militar (improvisado) Agustín de Iturbide y uno de los jefes de la pequeña pero indomable guerrilla subsistente, deciden hacer tabla rasa del pasado y unirse para proclamar la independencia.

LFC - El movimiento de Independencia, sin duda, marca nuestra identidad como mexicanos. ¿Qué aspectos de dicho movimiento son un legado insustituible? ¿Y qué elementos, desde aquél entonces, quedan pendientes por alcanzar a fin de consolidarnos como una Nación libre y soberana?

JM - A dos siglos de distancia, más allá del muy emotivo y simbólico festejo del 15/16 de septiembre, no estoy seguro de que 1810 ó 1821 marquen mucho nuestra identidad. La dimensión xenofóbica anti-española se perdió hace mucho, para bien.  Para consolidarnos como nación libre y soberana, o para hacernos libres y soberanos, ¿qué falta? Nada. Y todo. Nada en cuanto a la relación con el resto del mundo. Ninguna potencia reduce la libertad y la soberanía de México. Pero, adentro, ¿somos libres y soberanos? A lo largo de los dos últimos siglos, las dictaduras suman más años que las temporadas realmente democráticas.

LFC - El Plan de Iguala (24 de febrero de 1821) se basó en tres principios (Religión, Independencia y Unión) que corresponden a las Tres Garantías que sustentaron al ejército y gobierno (Trigarante). A propósito de uno de estos tres principios (la Religión), ¿cuál era el panorama religioso en aquel contexto? Y después de 200 años, ¿qué papel juega hoy la religión en la dinámica social mexicana?

JM - Las Tres Garantías del Plan de Iguala, simbolizadas por los tres colores de la bandera, afirmaban la necesidad de construir una sociedad donde caben todos, todas las razas, todas las naciones, indios, criollos, mestizos, peninsulares, inmigrados, sobre una base moral, ética, impensable sin la base religiosa.

Hoy vivimos, como el resto del mundo occidental, antiguamente cristiano, vivimos en una sociedad secularizada, caracterizada por una profunda separación entre un pueblo religioso (católico pero sensible a la prédica y al ejemplo social de los evangélicos) y una élite que abandonó las formas tradicionales religiosas o se volvió atea, agnóstica, deísta.

LFC - Y a propósito del tercero de los principios del Plan de Iguala, la Unión, ¿en qué consistió la Unidad y armonía que se buscaba en el movimiento de Independencia?

JM - Creo que ya dije en que constituía la Unión buscada en 1821: reconciliación de los dos bandos mexicanos, para poner fin a la guerra civil que fue también la guerra de independencia; unión de todas las categorías étnicas y sociales. Para que no se vuelva a escuchar el grito de 1810: “¡A coger gachupines!”.

LFC - A 200 años de Independencia, ¿cómo lograr hoy “la unidad en la pluralidad” en nuestro país? Y además, ¿qué aspectos serían esenciales para un programa de reconstrucción y pacificación en nuestra sociedad mexicana herida por la violencia (y la corrupción)?

JM - ¿Cómo lograr “unidad en la pluralidad”? No sé. ¿Poner fin a la violencia y a la corrupción? La corrupción no implica la violencia. Son dos problemas distintos. Hay sociedades realmente democráticas, abiertas, no violentas, que tienen sus corruptos. La violencia, desde 1810, nunca fue realmente ausente en nuestra historia, violencia del Estado, de los bandidos, de los particulares, violencia contra las mujeres, violencia en el seno de las familias, pero en los últimos 30, 40 años, con la novedad exponencial del consumo de drogas en el mundo, ha hecho raíces muy profundas. En nuestro país hay demasiados pobres de verdad, y la desigualdad se acerca al récord mundial. Eso es el problema de fondo que queda por resolver.

LFC - La Virgen de Guadalupe (como símbolo) ha sido esencial en los procesos fundacionales y de transformación de nuestro país. ¿Cuál fue la relevancia de ella en el movimiento de Independencia? A su parecer, ¿existen elementos del simbolismo y mensaje de Guadalupe que puedan ayudarnos hoy para mejorar nuestra realidad social?

JM - La Guadalupana en el Tepeyac, la Virgen morena, como la Virgen negra polaca de Czestochowa, como la Virgen rusa de la ternura (la de Vladimir), la que apareció en La Salette y Lourdes en el siglo XIX francés, sigue siendo el último recurso, la prueba de que la esperanza no muere.

LFC - Sabemos que en el proceso de Independencia de México fue determinante la participación de sacerdotes católicos (como Miguel Hidalgo, José María Morelos, y varios más). ¿Cómo describiría la figura de los sacerdotes en el proceso de Independencia? ¿Qué apreciación tiene de la figura del sacerdote en los procesos de trasformación de nuestra patria hoy?

JM - En la memoria colectiva, y en las conmemoraciones, siempre resaltan dos nombres de sacerdotes famosos, el de Su Alteza serenísima, Hidalgo, cura de Dolores, el que enarboló el estandarte de la Guadalupana, y el de Morelos, que reveló un gran genio militar. Muchos, fascinados por estos dos personajes avasalladores, creen que el clero en masa apoyó la insurgencia. No fue el caso. Estudios serios muestran que hubo dos minorías eclesiásticas, más o menos iguales en números, para participar directa o indirectamente en la lucha, la minoría insurgente, y la minoría realista o leal a la Corona. Por cierto, los dos bandos se consideraban como patriotas y defensores de la religión. La mayoría del clero se quedó neutral, sea por convicción de que eso era su deber, o por oportunismo, afectando, según las circunstancias, tal o tal posición.

¿Qué puede hacer el sacerdote en nuestra situación presente? Ni me toca decirlo, ni se me ocurre nada nuevo: cumplir con su vocación sacerdotal, sacramental, litúrgica, sin olvidar el apoyo moral a los fieles: compasión, consuelo, educación...

LFC - Con el objetivo de no “aplanar la profundidad histórica” (como Usted llegó a decir en una entrevista que concedió en el año 2020), o mejor dicho, “con el objetivo de no reducir la historia a una serie de conmemoraciones o monumentos”, ¿cómo deberíamos conmemorar estos 200 años de Independencia mexicana?

JM - Como ciudadano, sé que las conmemoraciones son inevitables. Sin embargo, es un fenómeno relativamente reciente y va creciendo, peligrosamente, de manera exponencial: creo que pronto tendremos una Secretaría de las conmemoraciones. 

Como historiador no me gusta para nada, porque raras veces coinciden, en su contenido, con la verdad histórica. Relevan un catecismo nacional fluctuante, que varía según quienes detentan el poder. Bien decía un historiador soviético: “Es mucho más difícil predecir el pasado que predecir el futuro”.

¿Quién se atreverá a condenar la masacre de la Alhóndiga de Guanajuato, y, más tarde, los asesinatos secretos, ordenados por Hidalgo? ¿Quién se atreverá a celebrar generosamente el abrazo de Acatempan y mencionar tranquilamente el papel de Iturbide?

A manera de ANEXO:

Los primeros años de México independiente

Después de once años de guerra, México consiguió su independencia gracias a la alianza entre algunos sectores de los ejércitos realista e insurgente, quienes materializaron la creación de un solo frente con el “Abrazo de Acatempan”, protagonizado por el jefe militar realista Agustín de Iturbide y el líder insurgente Vicente Guerrero.

Con este acontecimiento se firmó el Plan de Iguala, documento en el que se proponía, entre otras cosas, mantener los fueros de la Iglesia y el ejército, convocar a un congreso de representantes de las provincias para formar Gobierno y otorgar los mismos derechos por igual a todos los habitantes del país sin importar su origen étnico.

Para ello fue sustancial la creación el Ejército Trigarante, que bajo los principios de Religión, Independencia y Unión defendería los intereses y la soberanía de la nueva nación mexicana. Estas Tres Garantías pueden comprenderse de la siguiente manera:

1. La Religión. Se consideraba al catolicismo como la única religión en México.

2. La Independencia. Se declaraba a México independiente de España, pero con una monarquía constitucionalista como Gobierno.

3. La Unión. Todos los habitantes de la nueva nación tendrían los mismos derechos sin distinción de raza.

La participación de la Iglesia

En el inicio del movimiento independentista los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos fueron clave para convocar a miles de personas que lucharían contra la opresión de los gobiernos españoles. Sin embargo, no fueron los únicos, pues se calculan que más de 400 sacerdotes estaban a favor de la insurgencia, dentro de los que destacaron: Mariano Matamoros, Fray Servando Teresa de Mier, Fray Melchor de Talamantes, José María Cos, José María Alcalá y Orozco, entre otros.

La Iglesia, en general, se mantuvo unida, pero dentro de ella existía un pequeño grupo de sacerdotes que expresaron su rotundo apoyo a la independencia y otra minoría que deseaba seguir supeditada a la Corona española.

Luego de la independencia de numerosos países latinoamericanos como Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Ecuador y México, la Santa Sede quiso enviar algunos vicarios a estas nuevas naciones, pero se enfrentó al disgusto de España que en respuesta expulsó a su Nuncio apostólico. Fue hasta 1830, con el papa Gregorio XVI, y tras la muerte del rey Fernando VII, cuando la Iglesia católica comenzó a establecer una relación directa con cada país de América Latina.

Acerca del entrevistado: Jean Meyer es historiador y doctor por la Universidad de La Sorbona (Francia). Desde el año 2000 es miembro de la Academia Mexicana de Historia. Ha sido profesor-investigador de El Colegio de México y del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Es autor de numerosos libros como La Cristiada (en sus tres volúmenes), La Revolución Mexicana, Breve historia de Nayarit, entre otros.

Entrevista realizada por: Erick Morales Romero.