KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Padre: “Tengo un hijo narcotraficante”

Autor: 
P. Emmanuel
Fuente: 
LFC-Mx

Querido padre Emanuel:

Me valgo de este escrito para hacerle llegar mi caso y poder recibir de usted una orientación.

Hasta la fecha, mi esposa y yo hemos formado una familia que busca estar apegada a los mandamientos de Dios. Tenemos cinco hijos. Nos consideramos buenas personas, pero, a pesar de todo, hay un detalle que ha causado inestabilidad entre nosotros, y eso me mantiene preocupado.

Se trata de que el más grande de mis hijos, que tiene poco tiempo de casado, se ha involucrado con personas que realizan cosas ilícitas. Hemos descubierto que tanto su suegra como sus cuñados se dedican al narcotráfico, y han convencido a mi hijo para que también él ejerza esas actividades.

Debo confesarle que mi hijo, desde muy pequeño, siempre experimentó el rechazo por no ser lo suficientemente inteligente en la escuela y por proceder de una familia pobre. Tal vez eso lo orilló a que cayera en malos pasos. Pero esto sólo lo imagino, pues mi esposa y yo, a pesar de las carencias, logramos darle una profesión; incluso él logró tener un excelente trabajo en una empresa importante.

Yo, por mi parte, he tratado de darle un buen ejemplo, y le he hecho ver de mil maneras el peligro y el pecado en que ha caído. Por cierto, no le recibo ni las ayudas de dinero ni los regalos que me ofrece; hasta llegué a pedirle que ya no frecuentara más mi hogar porque tengo miedo que contamine al resto de mis hijos.

Una ocasión llegué a discutir con su esposa, pero ella se burló de mí, y más bien se puso a presumirme las compras y las joyas que ha logrado obtener gracias a lo que se dedican.

Siempre le pido a Dios, Nuestro Señor, que haga recapacitar a mi hijo y lo conduzca por los caminos del bien.

Agradezco infinitamente sus atenciones, y espero su respuesta.

Le saluda un amigo y un admirador.

Respuesta a la carta:

Muy estimado padre de familia:

Su misiva, que ha llegado al escritorio del Director y por medio de él a este servidor, ha llamado mi atención, pues se refiere a un problema vigente, el narcotráfico, que es un problema específico, y muy serio, y que se suma a otros no menos preocupantes: la corrupción, la inmoralidad rampante, la desintegración familiar, la crisis de valores, la injusticia, el engaño, la impunidad…

El valor de inculcar valores en los hijos

Gracias a Dios, hay familias, como lo indica con respecto a la suya, que se preocupan de cultivar valores que guíen a los esposos y padres en primer lugar, pero también a los hijos que van creciendo. Por valores entendemos la buena crianza (cuidar, educar y acompañar a los hijos); respetar a todos los miembros de la familia llámense abuelos, padres, hijos, hermanos, tíos, primos, sobrinos dándole su lugar a cada cual; saludar, respetar y, en la medida de lo posible, apoyar a los vecinos; en fin, ser una persona con calidad humana que honre a Dios y a la Patria.

Fortalecer para mantener las convicciones 

Pero, a pesar de la preocupación y los esfuerzos de los padres por sembrar valores en la prole, los contactos con amigos, con otros familiares, compañeros de trabajo y vecinos tienen, de hecho, capacidad de influencia en nosotros. Es seguro que cuando uno de nuestros hijos se enamora y cuando se casa, entramos, como familia, en contacto con la familia de la pareja del hijo o hija. No siempre es posible mantener la firmeza para mantener las propias maneras heredadas de nuestra familia; frente a otra persona o familia, se ponen a prueba nuestras convicciones y es entonces que se necesita ponderación y definición para mantener los propios valores. 

Por lo que toca a ustedes hay que hacerse una pregunta: ¿no se dieron cuenta del tipo de familia de la novia (futura esposa) de su hijo? Ya sabemos que aunque les “prohibamos” esos contactos o nos opongamos al noviazgo y/o matrimonio, los hijos terminan por hacer prevalecer su elección y determinación. Lo que nos toca es prevenirlos y hacerles ver los riesgos a que se exponen insertándose en esa familia.

Educar para la independencia y la responsabilidad

Aun así quiero sugerirle que no asuma usted toda la culpa, tanto menos que usted y su esposa, como dice, se han preocupado por tener una familia con principios religiosos. Advertido o no por usted, este hijo suyo debió darse cuenta de los pasos en que andaban los familiares de su novia y prever los peligros para él como para la propia familia (frecuentemente la represalia contra uno que desacata las órdenes de la organización es contra miembros de su familia); tal vez ante la perspectiva de enriquecimiento rápido (aunque con una actividad de alto riesgo) él terminó por decidir casarse con esa novia y al final enrolarse en el negocio que sus familiares políticos le ofrecían. 

Educar en la superación y la autoestima

Su muchacho, dice usted, experimentó el rechazo de no ser suficientemente inteligente y por ser pobre… Me parece que su esposa y usted no alcanzaron a percibir hasta dónde esas condiciones afectaban la persona de su hijo mayor. No siempre somos sagaces para ir al fondo de las afectaciones de nuestros niños y jóvenes y buscar el remedio necesario sea de tipo médico, o psicológico o espiritual; a veces ni siquiera dedicamos atención a los aspectos pedagógicos, cuando se necesita ayuda y hay que buscar apoyo para encontrar las causas de reprobación o las bajas calificaciones de los hijos y darles las ayudas necesarias para su superación académica y personal. Por lo demás, ser pobre no debe ser motivo de vergüenza y menos si estamos luchando por superarnos; vergonzoso sería, en cambio, resignarnos y, con pereza y desmotivación, permanecer en la pobreza y sumirnos cada vez más en ella sin esforzarnos por superarnos sanamente y lograr una posición suficiente, aunque modesta. 

En algunos casos hay que pedir apoyo profesional

Un buen diagnóstico y búsqueda de ayuda nos hubiera mostrado que en realidad el chico no era “tonto”, sino que había otros problemas recrudecidos por la normal crisis de adolescente; de hecho dice usted que obtuvo la graduación en una carrera y, cuando comenzó a trabajar, se acomodó en una empresa importante, lo que nuestra que es inteligente y dedicado y que más bien le faltó fuerza y apoyo para superar el bullying y los complejos.

¿Qué convendría ahora?

Qué bueno que usted le ha comentado claramente sobre el peligro y el pecado en que está metido. ¿Hasta dónde él estará en grado de entender y de escuchar? No podemos verlo tan claramente… Pero no hay que rendirse.

Señor padre de familia, ahora usted, junto con su esposa, tienen que hacer algunas cosas para ayudar a su muchacho:

1. Escuchar la voz de su paternidad que se enternece por un hijo afectado y en riesgo de serios peligros. Imaginemos al padre del hijo pródigo mirando el camino por si veía regresar al hijo extraviado (Lucas 15,20).

2. No perder la entereza para tener ánimo y fortaleza para seguirlo ayudando; algunos animalitos nos muestran cómo luchan –hasta la muerte– por defender a sus cachorros.

3. No condenarlo ni rechazarlo, ni alejarlo de la casa, ni prohibirle el contacto con sus hermanos sino pedirle que respete la casa y la familia y piense en el bien y la seguridad de sus hermanos.

4. Por ende ustedes han de trabajar paralelamente con los otros hijos para que disciernan y sean fuertes en los principios en que ustedes los han formado.

5. Es prioritario mantener la comunicación con este hijo y que esté cierto de que sus padres no lo han abandonado pese a su orgullo, necedad y cerrazón. La mejor imagen la tenemos en el padre del hijo pródigo que cuando ve acercarse al hijo desgarrado corre, lo abraza y lo reincorpora a la casa paterna (Lucas 15,20-24).

6. Muy importante: deben mantenerse en el buen ejemplo para que él no encuentre argumentos en las debilidades de ustedes.

7. Y otra cosa necesaria: orar incesantemente para que Dios, “Padre” del “hijo pródigo” (potencialmente cualquiera de nosotros podemos ser ese hijo), lo cubra con su amor y su santo poder para que lo ponga en grado de arrepentirse y recapacitar, guardándolo de todo peligro.

Atte. Padre Emmanuel (Sacerdote Paulino, México).

Fuente: Revista La Familia Cristiana (México, Febrero 2018).