KÉNOSIS

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Perfil del sacerdote del siglo XXI

Autor: 
Benedicto XVI
Fuente: 
Kénosis

Benedicto XVI ha sido un hombre culto, accesible, discreto, lleno de convicciones. Ha sido un pastor eclesial que pasará a la historia con su imagen de “Papa de transición”, dada su renuncia al Pontificado en febrero de 2013.

Su profundidad de pensamiento, su experiencia pastoral, y sobre todo los infinitos encuentros que tuvo con sacerdotes, diáconos y seminaristas, le dan autoridad para describir el perfil del sacerdote actual. He aquí diez elementos que configuran al sacerdote de nuestra era, según el pensar de Joseph Ratzinger:

1. El sacerdote es Cristo entre cristos

La interacción entre el sacerdocio común de todos los bautizados y el sacerdocio ministerial de los ministros ordenados –laicos y sacerdotes– resulta determinante. El sacerdocio ministerial debe estar al servicio del sacerdocio bautismal de los laicos, que es lo mayoritario e importante en la Iglesia, según las enseñanzas del Vaticano II. Es decir, el sacerdote es un pastor –a imitación del único Buen Pastor, Jesucristo– que cuida de sus ovejas, todos los fieles bautizados. “Ser sacerdote en la Iglesia significa entrar en esta entrega de Cristo”. Es decir: el sacerdote, antes que nada, está al servicio del pueblo de Dios.

2. El sacerdote es un “servidor de la alegría” (2Cor 1,24)

El orden sacerdotal es el sacramento del servicio y, por eso, el sacerdote es hoy en día más que nunca insustituible. Esto requiere una gran “creatividad pastoral”para poder servir mejor, en todos los sentidos. Sí, efectivamente en esto consiste el sacerdocio: en servir, no servirse; en “ser-para” Cristo y “ser para los demás”.

3. El sacerdote es, en primer lugar, celebrante

Es decir, el sacerdote es alguien que administra los sacramentos. Esto vale porque el centro de la Iglesia es la liturgia. Y así, el altar se constituye en el centro de la actividad sacerdotal.

Lo esencial del sacerdote es celebrar bien, y la causa de la relajación del sacerdote es el descuido de la Misa (y los sacramentos). Los sacerdotes son llamados a ser “pan partido y sangre derramada”. Por eso, el ars celebrandiconstituye una actividad esencial del ministerio sacerdotal. Existe, además, la necesidad de la adoración eucarística, de explicar los sacramentos y realizar auténticas catequesis mistagógicas para acercar al misterio eucarístico. En tanto, la clave del sacerdocio sigue estando en el baptisterio, en el altar, en el sagrario y en el confesonario.

4. El sacerdote es un “anunciante”

Lo es cuando proclama y anuncia la Palabra. Por ello, requiere conocerla, frecuentarla, leerla. Y en esta dinámica, primero le será necesario interiorizarla para después vivirla.

Los mejores exegetas e intérpretes de la Escritura son los santos. El sacerdote ha de ser un hombre de la Palabra de Dios(un santo), un hombre de los sacramentos y del misterio de la fe. Esto le exige darla a conocer, predicarla con contenido, como han defendido los reformados y como han hecho los curas de siempre. Sus homilías deben hablar de la Trinidad, de la creación, de Cristo, de la Iglesia, de los sacramentos e incluso del más allá. Más claro, ni el agua: también el ambón resulta importante y definitivo en el ministerio sacerdotal.

5. El sacerdote necesita interioridad, vida interior, raíces

El sacerdote es un hombre de fe, dotado de visión sobrenatural, capaz de dar sentido único a todo lo que tiene que hacer. Para ello le es necesario vivir y enseñar la cruz y el sufrimiento. Porque el amor necesita purificación. Es este otro de los centros fundamentales en torno a los que gira la existencia sacerdotal. El sacerdote es un romántico que ha conocido el amor –un enamorado, nunca un funcionario–, y por eso requiere esa continua purificación, para poder transmitir la pureza a los demás.

6. El sacerdote es un misionero

Debe combinar el diálogo con el anuncio. El sacerdote de hoy sabe salir a la calle, y aprovecha cualquier oportunidad –un bautizo o un funeral– para ayudar a encontrar a Cristo a todos los que se acercan a la Iglesia. Debe anunciar a Cristo en un mundo en continua evolución, siendo sal, luz, levadura. “Debe disolverse en el mundo sin diluirse”, valga la paradoja. El sacerdote no puede ser ni un nostálgico ni un revolucionario. Debe ser un reformadory, “los verdaderos reformadores son los santos”. En este sentido, el sacerdote ha de saber aplicar de verdad el Concilio Vaticano II, ir a los textos conciliares y dar prioridad a la formación permanente, sin caer en tópicos fáciles ni simplificaciones apresuradas.

7. El sacerdote es un ser caritativo

El ministerio de la caridad –junto con la predicación de la Palabra y la celebración de los sacramentos– es parte esencial de su ministerio. Es decir, además de las distintas labores asistenciales en la Iglesia (o en sus diversos apostolados), el sacerdote debe ser también un “escuchador”, pues este “hacer caso a la gente” puede ser en no pocas ocasiones el mayor acto de caridad.

Además, ha de prestar atención a los jóvenes, a las familias y a los más necesitados, que tantas veces son los no-nacidos. Por eso el sacerdote será –junto con todos los laicos, a quienes compete de un modo especial esta misión– un defensor de la vida y la familia.

El amor y la caridad pueden ser el comienzo del diálogo con otras religiones. Es decir, el sacerdote es el hombre de todos y para todos, superando así las posibles clases, “capillitas” o tendencias ideológicas.

8. El sacerdote es un hombre razonable

Debe, ante todo, “dar razón de nuestra esperanza” (1Pe 3,15). Porque la razón supone un punto de encuentro con todos –cristianos o no cristianos– sobre tantos temas. El sacerdote debe hablar también –¿por qué no?– de la creación, de la naturaleza, de la ley natural (el medio ambiente resulta un tema ineludible en el discurso actual). Debe hablar también del pecado original y de la semilla del mal que vive dentro de nosotros. Debe saber dar razones y ofrecer argumentos. Su predicación deberá ser con contenido.

9. Ha de ser también un hombre de comunión

Es importante que el sacerdote sepa acoger en la pastoral habitual a los nuevos movimientos. Tal vez la fórmula de “la parroquia como comunidad de comunidades”podría ayudar en este sentido y unir así diferentes carismas y sinergias pastorales. Pero la prioridad estará en sus propios hermanos sacerdotes. La fraternidad sacerdotal constituye una absoluta prioridad, y la primera caridad pastoral consiste en ayudar en su ministerio a otros sacerdotes.

10. El sacerdote debe tratar de ser santo

La belleza de la vida de los santos es uno de los mejores argumentos actuales –junto con el arte cristiano– para evangelizar en el mundo actual. Resulta esta una actividad apasionante, pero ardua, sin duda alguna. Sin embargo, santidad y alegría van juntas. Los lugares en los que se circunscribe la santidad que busca el sacerdote serán el altar y el ambón –la buena predicación–, el breviario y el Sagrario, el confesionario y también el Rosario. Allí está el secreto de la santidad del sacerdote.

 

Papa Emérito Benedicto XVI, con fecha de 2010. Recopilado por: Pablo Blanco, Universidad de Navarra.