KÉNOSIS

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¿“Pobres” o “pobres de espíritu”? ¿Cómo deben ser los pobres, según el Evangelio?

Autor: 
Gaspar Mora
Fuente: 
El Ciervo

Sorprende la distinta versión de la primera bienaventuranza de Jesús. Según Lucas: “Dichosos los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios” (20,26), Según Mateo: “Dichosos los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos” (5,1-20).

Fácilmente pueden dibujarse dos acentos muy distintos. Para Lucas, Jesús es un revolucionario social muy sensible a la situación desgraciada de pobres y oprimidos, que les anuncia un cambio radical en manos de Dios y una plenitud feliz en compensación de sus sufrimientos. Para Mateo, Jesús es un predicador de humildad, desprendimiento y misericordia, que promueve un esfuerzo ascético y anuncia el premio de una felicidad eterna con Dios. Los investigadores están de acuerdo que la versión de Lucas es más fiel a la tradición primera de Jesús, mientras que la de Mateo es posterior, derivada y moralizante. ¿Cuál es pues, propiamente, el mensaje de Jesús?

En la lectura de las bienaventuranzas se suele dar un desequilibrio de acentos a favor de la primera parte de la frase (“pobres”, “pobres en el espíritu”), dando por supuesta la comprensión de la segunda parte: Jesús anunciaría una felicidad eterna con Dios. Propiamente, Jesús les anuncia el Reino de Dios. Con esto entramos en la cuestión central: ¿Qué anuncia Jesús, propiamente, a los pobres? No se trata de entender una frase del evangelio sino de entender a Jesús de Nazaret. ¿Qué decía, realmente? ¿Cómo se puso ante el mundo que le tocó vivir? ¿Qué anunciaba y qué intentaba? Como siempre, una frase del Evangelio no exige solamente agudeza exegética sino que acaba planteando el centro del Evangelio y de Jesús mismo. Cualquier pedante seguridad en la interpretación está fuera de lugar. Con todo respeto propongo mi reflexión:

Jesús fue un genio del espíritu. Pensar que anunciaba una felicidad como la que deseamos todos puede ser una reducción  indigna de su persona. Su respuesta a la primera tentación ya le definió: “No sólo de pan vive el hombre sino de Dios” (Mt 4,4). Jesús anuncia la plenitud del hombre en Dios, la plenitud que Él mismo vivía. Y ésta era la comunión con el Dios de la vida, del amor, del perdón, que le llevó a una vida generosa, de comunión con los más sencillos, de corazón abierto, de actitud libre ante el dinero y el poder, de libertad ante ricos y poderosos, de confianza total en el Padre. Es esta vida en Dios, ya desde ahora y eternamente, la que Él vive y anuncia como feliz, como plena, la única perla digna del hombre. Todo lo demás es búsqueda mezquina de seguridades engañosas.

Este es el mensaje de Jesús a todos porque ésta era su experiencia de comunión con Dios. ¿Qué sentido tenía, pues, su atención a los pobres, plasmada en la bienaventuranza de Lucas? Puede decirse que “dichosos ustedes los pobres” tiene un doble acento. Por una parte es el anuncio de la vida plena en Dios, la vida de amor, de entrega, de paz, de generosidad, a los únicos que la pueden entender. Y por otra es como una llamada desesperada por parte de un genio del espíritu ante el mundo que ve; son ustedes los pobres, sencillos y oprimidos, los que pueden entender la vida auténtica de justicia, de amor, de confianza en Dios; no se dejen engañar por los que ya cayeron en la trampa del dinero, del poder y del aplauso social: ellos ya han encontraron su recompensa. Encontraron lo que buscaban, pero están perdidos. La frase de Lucas tenía que acabar en la de Mateo. Jesús llama a una manera nueva de entender la vida y la plenitud, la vida en Dios, difícil y generosa. Los pobres son los que pueden entender su anuncio; el de la única vida realmente dichosa, que solo es posible en Dios.

Fuente: Revista “El Ciervo”, noviembre 2008.