KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

"Ponerse en los zapatos del otro"

Autor: 
Tucho Fernandez
Fuente: 
Kénosis

¿Por qué el mundo es cruel? ¿Por qué tanta barbarie en nuestro entorno? Piensa: ¿Qué te ocurre cuando ves una leona que corre detrás de un ciervo, lo alcanza y lo mata? Te impresiona, te eriza la piel, te molesta. ¿Lo que hace esa leona es crueldad, es violencia? ¿No será que está procurando comida para sus cachorros? ¿No será que está cumpliendo una ley de la naturaleza, porque su organismo se alimenta de carne?

Cuando sientes que estás en un mundo cruel, hay algo de cierto, pero no sólo porque hay maldad. También porque las personas normalmente buscan su bienestar, defienden sus derechos, cuidan a sus familias, y eso a veces provoca acciones que parecen egoístas o violentas, pero en realidad muchas veces es parte de su instinto de supervivencia. Entonces, más allá de tus sentimientos de rechazo, tendrás que aceptar que eso es propio de este mundo, que es así, que es parte de la naturaleza limitada y herida.

Ojo: no justifico la violencia. Pero es bueno mirar la realidad desde una perspectiva distinta. “¡Ponerse en los zapatos del otro!”, dice el refrán popular. Y mirarás, entonces, a esa leona cazando, y la verás con una aceptación interior, con paz.

Nosotros, porque nos sentimos tan frágiles, a veces creemos ver violencia y crueldad por todas partes, pero en realidad lo que vemos es parte de la vida. Nos hace falta afirmarnos interiormente, volvernos más sólidos, para que podamos convivir con tantas realidades que nos molestan pero que son detalles inevitables de esta vida terrena tan limitada.

Al fin de cuentas lo que interesa no es lo que te pase, sino cómo estás parado para enfrentarlo, con qué actitud y con qué recursos interiores enfrentas las cosas. 

Para los creyentes hay un recurso muy valioso: “Conversar con Dios, sacar afuera ante Él todo lo que sentimos, quedar en sus manos, pedirle que nos fortalezca por dentro con toda la potencia de su Espíritu”. Entonces nos liberamos de esa soledad tan honda que nos tortura, porque lo sentimos a Él con nosotros, y salimos a la calle más fuertes, más firmes, más seguros.