KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¿Qué dice la Biblia sobre el reposo?

Autor: 
Jacques Nieuviarts
Fuente: 
La Croix (Español)

“Y Dios vio que esto era bueno. Esto fue en el séptimo día y descansó” (Gén 1,31)

Esto se narra en la primera página de la Biblia. Como si quisiera enseñar a los hombres a vivir, poco a poco, a la manera de Dios.

Ahora bien, Dios crea, dona, comunica su ser y el mundo es. Él crea al hombre a su imagen para que aprenda a vivir de igual manera. Que aprenda a vivir siguiendo los tiempos de Dios, donando también Él. Y después de la noche y la mañana, llegó el séptimo día. En el séptimo día, Dios contempla la obra de sus manos, enseñando al hombre a hacer lo mismo: a reconocer la obra de Dios realizada con sus manos.

“Y Dios vio que esto era muy bueno” (Gén 1,31b)

Y el hombre aprende a ver lo mismo. Necesita el tiempo de este sabbat, el tiempo del séptimo día, del día sin más obra o trabajo que contemplar la obra regalo de Dios. Después de este sabbat viene el octavo día, que es como el primer día, el tiempo de una obra marcada por el signo de la resurrección, de la primera hora de la mañana de Dios, de su vida, de su poder. Para el discípulo de Jesús, el canto de la creación lleva, efectivamente, la marca de la mañana de la resurrección en la que todo es recreación. La resurrección de Jesús ilumina el tiempo, lo bendice, lo marca con la presencia luminosa de Dios, invitando al hombre a vivir a otro ritmo, el de Dios.

El tiempo del descanso es, desde entonces, el tiempo que el hombre necesita para sentarse (origen o raíz que en hebreo da el término sabbat). Para que aprendamos a contemplar, a ver de otra manera, a reconocer la bondad de la obra de Dios que ha pasado a nuestras manos. Nuestras manos se desprenden entonces del presente, el tiempo se desprende de sí mismo para dejar al hombre libre a imagen de Dios.

La Biblia nunca anima a la holgazanería, ¡nunca!, sino al reposo y a la contemplación, a la renovación de la vida. Recordemos que el tiempo del hombre está señalado por la marca de la gracia, la gratuidad, la belleza, la presencia de Dios. E invita con dulzura al hombre a reconocerlas. Y nada puede alterar ni arrebatar esta dulzura infinita. Es, en la vida del hombre, la marca del tiempo de Dios.

 

Nota: el autor es biblista asuncionista.