KÉNOSIS

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Romano Guardini: una vida, una pasión

Autor: 
Juan Luis Lorda
Fuente: 
Palabra

Romano Guardini (1885-1968) fue un teólogo pionero. Estuvo en el origen del movimiento litúrgico, y en lo que podría llamarse “la renovación personalista de la moral”. Sin participar en el movimiento bíblico, tuvo una visión renovadora de la presentación de los Evangelios y la figura de Jesucristo, y sobre casi todos los temas de la dogmática. E hizo una multitud de análisis sobre la situación del cristianismo en el tiempo que le tocó vivir.

La unidad de todo esto se explica por una expresión que le era muy querida: la “existencia cristiana”. Huyó siempre de tratar los temas cristianos como puro objeto de reflexión o de enseñanza. Para él era una cuestión de honestidad intelectual. Si trataba los temas era para descubrir su lugar en la existencia cristiana real, tanto la liturgia como el dogma, como la moral, como la presentación de la figura de Jesucristo (El Señor). Y lo mismo se podría decir de sus análisis literarios y sobre la situación histórica. Todo lo que Guardini tuvo de renovador le surgió por el puro empeño de que los grandes temas cristianos se convirtieran en vida y no se quedaran en letra. Nunca quiso ser sólo ni principalmente un académico, y consideró su actividad como un servicio a ese conjunto de verdades que eran más importantes que él.

La “incomodidad vital de Guardini”

Con la misma honestidad, poco antes de cumplir los 60 años, con el retiro forzoso que le impusieron los nazis (1939), revisó su vida en unas encantadoras Notas para una autobiografía.

Se había alarmado al enterarse que un amigo planeaba hacer su biografía. No le gustó la idea y quiso adelantarse a subrayar lo que consideraba importante. Se vio como un hombre que recuerda mal el pasado porque le interesaba el futuro. Subrayó con toda claridad sus límites, su timidez, sus indecisiones, sus esporádicas melancolías (hoy les llamaríamos, con menos carga literaria, “depresiones”); el tener que improvisar tantas veces. Pero también mostró mucho agradecimiento, porque se le fue abriendo un camino muy particular en la vida. Aunque los nazis se lo cerraron, en cierta medida.

Guardini siempre recordó con cariño el ambiente totalmente italiano de su familia, emigrada de Verona a Mainz (Maguncia) para sacar adelante el negocio paterno, cuando él solo tenía un año. Después de una niñez recluida en la familia, el despiste de su juventud, el no saber qué hacer, estudió un año de química en Tubinga (1903) sólo porque es lo que había elegido su compañero de banco en el colegio. No se vio en el laboratorio. Intentó economía política durante curso y medio, pero sus amigos eran todos de letras, y por ello le interesó más la literatura y el teatro. Luego, lo dejó. Estuvo perdido. Además, en el alto clima intelectual de la universidad, su fe sencilla e italiana se evaporaba. Hasta que, un día, habló con un gran amigo sobre el futuro de su vida, y vieron que “su vocación tenía que ser amar y dar la vida”. Y eso sólo se podía hacer en serio en la Iglesia católica. Decidieron, pues, hacerse sacerdotes (1905). Guardini, de hecho, consideró siempre que el sacerdocio era el rasgo más importante de su personalidad.

Incomodidades eclesiásticas

Cuando alcanzó la edad de universitario solicitó que le dejaran estudiar teología en Friburgo (1906) y Tubinga(1907). Y entró en el seminario. La diócesis y el seminario de Mainz eran muy tradicionales y mantenían una disciplina severa. Guardini no estuvo del todo cómodo en ese ambiente, y, peor porque le retrasaron unos meses la ordenación (1910). Él suponía que los estudios que había realizado eran para ser profesor del seminario, pero pasó el tiempo y no se concretó dicha idea. Su timidez le dificultaba hacerse entender. Lo cambiaron varias veces de destino pastoral y, aunque le incomodaba, agradeció las experiencias (1910-1918).

En esta primera época como sacerdote hizo tres descubrimientos importantes para toda su vida. Por un amigo que había intentado ser benedictino, descubrió la “renovación de la liturgia” en el monasterio de Maria Laach, y le fascinó. Más allá de una enseñanza de la liturgia basada en las puras rúbricas, aparecía en esta renovada liturgia una teología viva centrada en el misterio celebrado. Guardini amaba la Misa y la experiencia en el monasterio de Maria Laach le hizo vivir. Por contraste, durante varios años le tocó celebrar Misa mientras estaba el Santísimo expuesto y el pueblo rezaba el Rosario. Había mucho que hacer, pero Guardini era tímido, paciente y con un sentido de Iglesia. Con ocasión de unas clases, escribió “El espíritu de la liturgia” (1918), que publicó la abadía benedictina. Fue verdaderamente, a los ojos de muchos, un libro fundamental para los inicios de una renovación litúrgica en la Iglesia.

Un breve encargo de atender a la juventud de la diócesis le hizo ver la importancia de la formación de los jóvenes. Pronto conectará con un movimiento juvenil, Quickborn, que le hizo planear, con un cierto toque benedictino, unos cursos de verano para que los jóvenes aprovecharan el tiempo y se formaran cristianamente. En 1920, impartió los cursos de verano en el castillo de Rothenfels, que atenderá a lo largo de casi toda su vida. Publicará poco a poco muchas de las colecciones de esas charlas. Y acabará siendo el guía espiritual del movimiento. De aquí salen muchas obras hoy renombrables, como las Cartas sobre la formación de sí mismo.

Descubrimientos e incomodidades teológicas

Además, como en algunos encargos tenía poco que hacer, solicitó preparar su tesis doctoral. Y se lo concedieron. Después de muchas dudas, escogió como tema la doctrina de la salvación en San Buenaventura (1915). Esto lo consideró providencial en su vida. Siempre se preocupó por un saber vivo, que entroncó con un amor a la tradición viva de la Iglesia. Y frente al ambiente académico alemán, más bien crítico, descubrió que el dogma cristiano era (y es) un camino de verdad y no una restricción impuesta. Esto le llevó a centrar su teología en la practicidad y sentido de la vida. Con ocasión de una conferencia que le pidieron de la Asociación de Académicos Católicos publicó la obra Sobre el sentido de la Iglesia, donde expresó lo que había descubierto hasta ese entonces.

Cuando murió su padre su madre volvió a Verona. Y él pidió que le concedieran continuar estudios en Bonn. Hizo la tesis de habilitación sobre la doctrina de la iluminación en San Buenaventura (1922). Y comenzó una nueva etapa en su carrera académica. Siguió siempre con interés la renovación de la teología, pero le incomodaba el liberalismo de algunos profesores. Él siempre buscó ser sólo un profesor. Y buscó siempre la verdad.

Incomodidades universitarias

Entretanto, cuando tuvo lugar la Primera Guerra Mundial, participó al movimiento como enfermero (1916-1918). Y luego, gracias a que ganó posiciones el partido Zentrum, con apoyo de muchos católicos, por primera vez en siglos el cristianismo católico tuvo algo que decir en la Alemania que, en ese entonces, era de prepotente mayoría cultural protestante. El problema fue que los líderes e intelectuales que adquirieron influencia política buscaban formación católica para los universitarios. Y se les ocurrió poner una asignatura de “Filosofía de la religión y cosmovisión católica” en la Universidad de Berlín. Los protestantes, por lógica, interpretaron este hecho como una ridícula bofetada.

Como el ministro de cultos había tenido conocimiento de sus charlas, le pide a Guardini que se hiciera cargo de esa asignatura que nadie sabía en qué consistía (1923) y que, desde el punto de vista administrativo, era un disparate. Y como la Universidad de Berlín no quería saber nada sobre el tema, hicieron depender la asignatura de Breslau. Esto le dio a Guardini mucha libertad de magisterio, aunque también difíciles horarios para impartir el curso. Por fortuna ganó la última hora de la tarde (que ningún profesor quería, pero era buena para atraer estudiantes). A propósito, cuando llegaron los nazis (1933), tardaron 6 años en darse cuenta de que existía esa asignatura y, una vez descubierta, ordenaron suprimirla (1939). Después de la guerra, le ofrecieron a Guardini la misma cátedra en Tubinga (1946-1948) y en Munich (1948-1962). Digámoslo así: pasó toda una vida llenando una asignatura improvisada.

La cosmovisión católica

¿Qué tuvo que decir en los cursos que le solicitaron en la Universidad? El primer curso lo salvó hablando de los modos de salvación, que extrajo de su tesis, a falta de otra cosa. Pero esto no podía funcionar. Max Scheler, entonces, le recomendó que leyera a Dostoievsky, entonces de moda, y estudiara sus personajes, intentando conectar con ellos la experiencia cristiana. Esto fue una luz que Guardini agradeció y siguió. Comenzó entonces una larga serie de temas, centrados en los grandes de la literatura. Y le llevó toda su vida. Profundizó a PascalDanteHolderlinRilkeSan AgustínSócratesNietzsche... Algunos libros más famosos y traducidos al castellano de esos estudios que realizó son: El universo religioso de DostoievskyPascal o el drama de la conciencia cristianaLa muerte de Sócrates.

Guardini leía cuidadosamente los textos en el verano, y tomaba las citas. Luego, durante el curso, llegaba muy pronto a la Universidad y escribía cada clase en estenografía, en la biblioteca, siempre pillado por el tiempo. Se daba cuenta que no podía consultar la inmensa literatura que había sobre cada tema, pero quería ir a lo esencial, y dialogar con las grandes obras, sacándoles luz para la existencia cristiana.

Su predicación

En Berlín, diversas asociaciones le pidieron que predicara semanalmente. Predicó dos o tres veces a la semana, también en la Misa que tenía para los universitarios en St. Benedikt. Guardini era muy concienzudo y, en parte también por su timidez, preparaba muy bien sus predicaciones. Pronto se dio cuenta de que todo era más sencillo si organizaba su predicación en ciclos, para no tener que improvisar cada vez el tema. El fruto más importante de esos años es El Señor, que consiste en un recorrido ya clásico por las grandes escenas del Evangelio y las fiestas litúrgicas. Guardini revelaba una especial capacidad de hacer hablar a los textos, con una preparación literaria creciente.

La presión nazi era cada vez mayor. Suprimieron las reuniones y la revista de Rothenfels (y expropiaron el castillo), lo jubilaron de la universidad (1939), le prohibieron publicar y predicar (1941). Y fue así que empezó un tiempo oscuro de retiro, en casa de un gran amigo, donde también advirtió que le fallaba la salud. Fue en ese entonces que escribió Libertad, gracia y destino (1948).

La última parte de su vida

Tras el desastre de la guerra y la revisión de cuentas, Guardini apareció como una figura de referencia en el mundo eclesiástico. Sobre todo en una cultura alemana que necesitaba rehacerse. Tras una corta estancia en Tubinga, se instaló en Munich, para lo que será la última y bastante feliz parte de su vida. Allí renovó su predicación en la iglesia universitaria (St. Ludwig), con mucha asistencia. Además, se restablecieron los cursos de verano de Rothenfels. Y siguió impartiendo la “cosmovisión cristiana”.

Fue una época de condecoraciones y homenajes que castigaban un poco su incomodidad. Pero también le dieron la oportunidad de hablar de la “existencia cristiana”. Incluso pudo dar un largo curso de moral y otro sobre “La existencia del cristiano”, aunque no era lo más entretenido de Guardini.

La esencia del cristianismo (1929)

Guardini fue un hombre más bien de ensayo. Es por donde le llevó la vida. Algunos de sus escritos han quedado como clásicos. Por ejemplo, La esencia del cristianismo (1929). Allí, como sucede tantas veces, dijo cosas que hoy repite todo el mundo, pero las repite porque las ha dicho él: “La esencia del cristianismo es una persona. El cristianismo tiene una doctrina, pero no es una doctrina; tiene una moral, pero no es una moral; tiene un culto pero no es un culto. La esencia del cristianismo es una persona y no hay doctrina ni moral ni culto que sean realmente cristianos si no se pueden vincular al Hijo encarnado: Jesucristo”. La esencia del cristianismo es, en este sentido, un ensayo imprescindible.

 

Fuente: Teología del Siglo XX / En: Revista Palabra, Agosto-Septiembre 2014.