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San Joaquín y Santa Ana. Padres de la Virgen María. Patronos de los abuelos

Fuente: 
Píldoras de Fe

San Joaquín y Santa Ana fueron los Padres de la Santísima Virgen María y abuelos directos de Jesús. Santa Ana era la esposa de San Joaquín, y fue elegida por Dios para ser la madre de la Virgen María. Ambos provenían de la casa real de David, y sus vidas las dedicaron completamente a la oración y a las buenas obras. Sólo una cosa ellos querían, y con gran deseo en su vida matrimonial, ellos no tenían hijos, y esto significaba, para el pueblo judío, que ellos se encontraban desgraciados a los ojos de Dios. Por fin, cuando Ana era ya era una mujer de avanzada edad, quedó embarazada y nació María, un fruto proveniente de la gracia divina. Ellos fueron santificados por la presencia de su hija inmaculada hasta el momento en que fue entregada en servicio al templo de Dios en Jerusalén.

Fiesta: 26 de julio

Martirologio romano: Memoria de los santos Joaquín y Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se han mantenido debido a la antigua tradición de los cristianos.

Biografía de San Joaquín y Santa Ana

Es muy poco lo que conocemos sobre los padres de la Virgen María, Joaquín y Ana. Sus nombres proceden de la literatura apócrifa, el Evangelio de la Natividad de la Virgen María, el Evangelio apócrifo de Mateo y el Protoevangelio de Santiago. No es parte de la Biblia, pero el documento, que fue escrito en 170 AD da una sobre la vida de María y sus padres.

Estos escritos llamados "apócrifos" no han sido avalados por la Iglesia como parte del canon de las Sagradas Escrituras, debido a que muchos de sus datos contenidos no son fiables, pero algunos que otros documentos históricos si lo son.

San Joaquín y Santa Ana son los padres de María, la Madre de nuestro Salvador, Jesucristo. Ellos tuvieron el privilegio de ser los abuelos de Jesucristo.

Pasaron sus vidas adorando a Dios y haciendo el bien. La tradición dice que primero vivieron en Galilea y más tarde se establecieron en Jerusalén.

San Joaquín es descrito como un hombre prominente, rico, respetado por el pueblo y un hombre muy piadoso. Él provenía de la casa de David, y regularmente daba su ofrenda a los pobres y al templo.

Sin embargo, como él ya tenía bastante tiempo de haber estado casado con Ana y no habían engendrado ningún hijo, se decía que su esposa era estéril, y el sumo sacerdote rechazaba a Joaquín y su sacrificio, ya que la falta de hijos de su esposa era interpretado por el pueblo judío como una señal de desagrado divino, un castigo de Dios para su descendencia.

En consecuencia a esto y embargado con una enorme tristeza, Joaquín se retiró al desierto, donde ayunó e hizo penitencia durante cuarenta días. La pareja oró fervientemente para que les llegara la gracia de tener un hijo e hicieron una promesa en que dedicaría a su primogénito al servicio de Dios. Ana prometió consagrar el bebé a Dios.

En respuesta a sus oraciones y sacrificios, Un ángel se le apareció a Ana y le dijo:

"El Señor ha mirado tu tristeza y tus lágrimas; tú concebirás y darás a luz, y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo".

Joaquín también recibió el mismo mensaje del ángel. Dios había contestado sus oraciones en una forma mucho mejor de lo que ellos jamás podrían haber imaginado.

Joaquín más tarde regresó a Jerusalén y abrazó con mucha emoción a su esposa Ana en la puerta de la ciudad.

El nacimiento y cuidado de la Virgen María

Ana daría a luz entonces a una hija a quien llamó María, la Inmaculada Virgen María, concebida sin pecado original, quien se convertiría en la más santa de todas las mujeres y en la Madre de Dios.

Ana se encargó de los cuidados de la pequeña María durante unos breves años de su infancia, pero luego ella fue llevada al templo de Jerusalén para ofrecerla así en servicio a Dios, con un gran dolor fue entregada pero al mismo tiempo con una gran alegría de cumplir las promesas que ellos le habían hecho al Señor.

María permaneció sin pecado, siempre virgen, y se convirtió en la Madre de Dios

San Joaquín y Santa Ana continuaron su vida de oración hasta que murieron y Dios los llamó a su casa en el cielo. Ellos debieron haber sido unas personas muy piadosas ya que les fue confiado nada más y nada menos que la responsabilidad de criar a María, la por siempre y para siempre bienaventurada e inmaculada Madre de Dios.

Santuarios en su honor

Los cristianos siempre le han dedicado hermosas Iglesias a muchos santos, pero muy especialmente a Santa Ana. Muchas iglesias se han construido en su honor.

Tal vez una de las más famosas es el Santuario de Santa Ana de Beaupré en Canadá. Miles de peregrinos van allí durante todo el año para pedir la ayuda de Santa Ana en sus sufrimientos. Es un lugar de milagros constantes.

Son muchos los testimonios de personas lisiadas que han entrado en el Santuario con muletas y se han ido caminando normalmente por la puerta quedando completamente sanados por su fe

Otro santuario es el de Santa Ana de Auray en Bretaña, Francia. También hay una Iglesia de Santa Ana en Jerusalén, y se cree que esta fue construida en el lugar donde vivían San Joaquín y Santa Ana

Patronato

Tanto Joaquín y Ana son los santos patronos de los abuelos. Santa Ana es la patrona de la provincia de Quebec, donde se encuentra el santuario conocido de Santa Ana de Beaupré, (el sitio de muchos milagros).

Ella es la patrona de las mujeres que trabajan y las que tienen dificultades para concebir.

La devoción a Santa Ana se remonta al siglo VI en la Iglesia de Constantinopla y el siglo VIII en Roma.

San Joaquín fue honrado desde tiempos muy antiguos por los griegos, quienes celebran su fiesta el día siguiente a la fecha de nacimiento de la Santísima Virgen María.

Oración a San Joaquín y Santa Ana

Santos Joaquín y Ana, otórguenos la bendición por su gran fe y amor de padres. Por su respeto y reverencia por lo sagrado de la vida humana, Dios les concedió ser los padres de María, Madre del Señor.

A través de su intercesión, le pedimos a Dios que les conceda a los jóvenes de hoy esa misma reverencia por el don de la nueva vida.

Que puedan aceptar, apreciar y nutrir la vida desde el momento mismo de la concepción.

Concédenos a nosotros como nación, un renovado cariño y aprecio por cada vida humana.

Alcáncenme la gracia de orar con fervor, y no poner mi corazón en los bienes pasajeros.

Denme un amor vivo y perdurable a Jesús y María.

Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.

Amén.