KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“Soy armonía”

Autor: 
Pedro Miguel Lamet
Fuente: 
RD

Una fotografía de la Vía Láctea que tomé una noche de verano me evoca a Pitágoras, el filósofo y matemático de Samos, que unos 400 años antes de Cristo, enseñaba:

“Si se nos pregunta ¿en qué consiste la salud?, hemos de decir: en la armonía. ¿Y la virtud?, en la armonía. ¿Y lo bueno?, en la armonía. ¿Y lo bello?, en la armonía. ¿Y qué es Dios? Hemos de responder aún: la armonía. La armonía es el alma del mundo. Dios es orden, es armonía, y por Él se conserva el Universo”.

Una de las más recientes teorías físicas describe a las partículas elementales no como corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías matemáticas particulares que representan una prolongación de la visión pitagórica del universo y la recuperación, en la más moderna visión del mundo, de la antigua creencia en la Música de las Esferas.

Pero no somos el centro de todo eso, ni tan importantes como creemos desde el yo. Nuestra vida es un parpadeo del Universo, una nota musical de la sinfonía. Un parpadeo único, sí, irrepetible y cósmico en miles de años y espacios, pero un solo parpadeo.

Cuando desaparece mi personaje, ese ego mental que creo ser, despierto.

Escribe Willigis Jäger: “Una vez más se me ha permitido y se me sigue permitiendo experimentar que mi vida no representa otra cosa que un simple golpe de mar en ese acontecimiento cósmico, y que lo que yo soy verdaderamente retornará sin tiempo y sin forma a la infinitud de la que nació mi yoidad”.

Somos pues una nota del pentagrama universal. Encontrar nuestra vibración en el Universo nos devuelve nuestro sitio en el Ser.

Por tanto, cierra los ojos y sumérgete en el instante presente. Conectas con tu realidad sin tiempo. Te darás cuenta que eres uno con el cosmos y que todos lo seres son pedazos de ti mismo. Que la muerte no es muerte, es una transición de forma, un beso con que te besa Dios al retornar a tu ser. Pero no es necesario morir para sentirse besado.

No somos seres tan importantes en la tierra. Somos, simplemente, “ciudadanos del cielo” (Flp 3,20).

Por eso es un error sentirnos protagonistas y tratar, en todo tiempo, alimentar nuestro ego.

Perderse es encontrarse. Donarse es lo mejor de nuestro ser… Y entonces te percibes uva de racimo, gota entre millones de gotas del mar, chispa de una sola luz, ínfimo lucero de un cielo estrellado. Y eso cambia tu ser y tu compromiso con el mundo. Igual como el músico crea música que, al final no es de él, sino simple naturaleza, ser en el viento, que pasa a través de él.

La armonía es nuestra manera de reencontrarnos con Dios. La armonía es nuestro único apellido.