KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¿Vale la pena ser generosos, buenos y compasivos?

Autor: 
Mons. Víctor M. Fernández
Fuente: 
Kénosis

¿Vale la pena ser generosos, ser buenos, ser compasivos, si los demás no te lo reconocen? Claro que vale la pena, porque todo lo que hagas produce un movimiento, un impulso, una fuerza invisible que da vueltas por el mundo.

Como es algo misterioso y secreto, no tendrás ni aplausos, ni agradecimientos, ni premios. Pero ¿qué es lo que realmente interesa, tener reconocimientos o sentir que tu vida sirve para algo?

Todo lo que hagas de bueno ayudará a levantar este mundo, a purificarlo, a mejorarlo. Cada obra buena hecha con generosidad y amor le aportará al mundo una fuerza positiva que hará mucho bien sin que puedas verlo. Ese bien que sembraste correrá por las venas invisibles de la sociedad y del planeta. Porque el Espíritu Santo toma tu entrega de amor y la utiliza para provocar algo en el seno de esta tierra.

Un día dirás: ¿para qué me puso Dios en este mundo?, ¿qué le dejé a la humanidad? Si eres fiel a tu proyecto de vida y ejerces el bien, entonces, seguramente reconoces que vale la pena ser bueno, ser generoso, ser amable. ¡Claro que vale la pena!

Cuando uno entrega algo a Dios porque no sabe qué hacer, cuando pide auxilio, tiene que hacerlo con confianza real, con una fe firme que es una certeza. Pero esa misma fe a veces es como caminar de noche en un bosque oscuro, o como saltar al océano con los ojos cerrados. Es confianza total. 

Entonces, si realmente dejas algo en las manos de Dios no puedes decirle cosas como estas: “Dios, tienes que resolver esto en el plazo de un mes”, “tienes que recordar esto o aquello”, “no olvides tener en cuenta este dato”, “tienes que hacerlo de esta manera”… No. Eso sería tratar a Dios como si fuera un niño que no sabe nada, o como si fuera una marioneta que mueves según tu capricho. 

Confiar plenamente en Dios es abandonar toda expectativa, es dejar de lado todo objetivo, es renunciar a poner cualquier condición y es dejar atrás todo lo que imaginas que Dios debería hacer. Que Dios sea Dios y que lo resuelva a su manera, con sus tiempos, como él quiera, como él sabe que es mejor.

Aunque ahora no puedas entenderlo y aunque pases por momentos duros, si has confiado sabrás que Dios se está ocupando a su modo, sabrás con certeza que lo que ocurra a la larga será lo mejor para ti, porque estás en las manos de tu Padre. 

Pero esta confianza no es algo que puedas fabricar. Es un don sobrenatural que necesitas pedir, día tras día, al Espíritu Santo. 

Cuando lo hagas, eso no te quitará entusiasmo ni creatividad. Al contrario, te permitirá luchar con todas tus fuerzas sabiendo que no luchas en soledad, sino que está contigo toda la potencia de Dios.

¡Ánimo, Dios te bendice!