¡Cuántas veces pasé de largo!
Cuántas veces pasé de largo ante tu presencia hermosa y tu alegría sutil; y no me dí cuenta de los ángeles que danzaban alegres para Ti.
Cuántas veces pasé de largo sin saber lo que comí y bebí. Quise conocerte dentro y, sin embargo, me escapé de Ti.
Cuántas veces pasé de largo cuando Tú descendías; tal vez porque huía sin rumbo mi alma perdida, por ser la infinitud que no conocía.
Cuántas veces pasé de largo ante la inmensidad eterna y la excelsitud que crece. Es que el ruido del mundo nubló mi razón, y mis pasos caminaron pronto, largo, sin escuchar al corazón.
Pasé de largo Señor, no alcancé a amarte completo, como te aman tus santos, la Virgen pura; como las potestades y las dominaciones te rinden honores con sus cantos.
Si pudiera ahora mismo detener la marcha, escuchar tu dulce voz, admirarte tanto y contemplar en el alma la grandeza de tu llanto.
Ya no quiero pasar más de largo; quisiera detenerme y encontrar pleno, alto, tu rostro santo.