KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

La navaja de afeitar

Autor: 
Camilo José Celá
Fuente: 
Acoíris

Un peluquero tenía en su taller una bonita navaja, limpia y brillante, que reflejaba meses de trabajo, y la satisfacción de cientos de clientes.

Un día de primavera entró un rayo de sol sobre la ventana de la peluquería. La navaja notó sus propios destellos; y se llenó de orgullo y vanidad; entonces se dijo:

– Siendo yo tan luminosa, ¿por qué debo seguir aquí rasurando todos los días a feos y rudos campesinos? Yo merezco una vida más importante que ésta.

La navaja ya no quiso trabajar y decidió esconderse un buen tiempo del peluquero. Al día siguiente, el peluquero, al no encontrarla, tuvo que recurrir a otra navaja más vieja que guardaba en su caja de herramientas.

Pasaron seis meses y la vanidosa navaja salió de su escondite y buscó el sol. Quería ver de nuevo su propia hoja blanca y brillante para deleitarse de su belleza. ¡Amarga fue su sorpresa! La hoja ya no brillaba; estaba toda oxidada. Entonces la navaja rompió a llorar y se dijo:

– ¿Por qué no seguí trabajando humildemente como antes?

El peluquero, al ver su antigua navaja ya oxidada, trató de limpiarla y recuperarla, pero el óxido la había inutilizado totalmente. Entonces el peluquero la arrojó a la basura. 

Pequeña moraleja

¡No te llenes de soberbia y vanidad pensando que eres superior e irremplazable! Cierto que Dios nos invita a reconocer nuestra dignidad y primacía en la Creación, pero también nos dejó dicho que hemos de compartir nuestras valiosas habilidades con los demás. Pues la caridad es el máximo don, y el único que nos embellece. Recuerda el dicho popular que dice: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

 

Tomado de: revista Arcoiris, Arquidiócesis de Guadalajara, Jal.