KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¡Haz de tu vida una oración!

Autor: 
Juan Manuel de Anda Navarro
Fuente: 
LFC - México

Las 10:00 de la noche, ¡por fin en casa!, cansado del día, un poco contento, un más o menos estresado y un mucho hambriento. Aunque es la misma sensación de todos los días, siempre ocurre algo distinto. Hoy fue ese ¡¡¡maldito zapato!!!, se tenía que romper. Y pensar que media universidad se pudo haber fijado. Eso sí, muy guapo el muchacho, pero con su “zapato hambriento”… ¡me lleva!

¡Pero ya!, el maratón de hoy se terminó y ahora sigue la parte feliz. A cenar se ha dicho, que unos ricos tacos me están esperando, refresco con hielitos y no podría faltar un increíble buffet de programas y música en TV listos para servirse a control remoto. ¡Esto es vida y que nadie me diga que no! Con esto recargo las pilas; mañana, con un poco de suerte, en medio de la escuela o del trabajo la vida me dará un par de sorpresas agradables y al final del día me sentiré feliz de haber terminado la jornada.

Por algún tiempo, esta es la historia que me he contado muchas noches. Tal vez también tú te la has contado, ¿no te ha pasado? Esa rara sensación de sentirse lleno de nada y vacío de todo. Todo es tan intenso a veces, pero tan fugaz; un día juegas a que eres el rey pero en la siguiente jugada te toca ser el peón. Levantarse y caerse, una y otra vez. Con la necesidad de algo que te llene, de un no sé qué, que se quede y no se vaya. Buscando estar en el aquí y ahora, completo y feliz.

Ve por un vaso y ponlo frente a ti. Toma una jarra de agua y empieza a llenarlo lentamente. Cuando lo estés haciendo entiende una cosa: así eres tú. Es una ley básica de física: lo que se recibe, se recibe al modo del recipiente. No puedes vaciar un litro de agua si tu vaso es de medio litro, o al contrario no puedes pretender que tu vaso para un litro esté lleno cuando sólo sirves medio litro de agua; correrás el riesgo de sentirte medio lleno o quizá medio vacío. ¿Dime de qué has llenado tu vaso y te diré cómo te sientes? ¿Acaso le has echado un buen chorro de estrés y de trabajo, le has revuelto unas amargas cucharadas de penas y desamores, lo has querido endulzar con amistades, logros y alegrías? Puro coctel de vida, ¿a qué te sabe el tuyo?

¡Hey, abre tus ojos. Tu vida es tan grande y tan hermosa!, eres un vaso enorme y precioso que se puede llenar con lo que tú elijas. Creo que más vale llenarlo de cosas que valgan la pena. Y una forma de hacerlo es mediante la oración.

Por ejemplo, cuando cierro mis ojos, me aparto del mundo y me encierro en mí mismo, entonces Dios "se destapa conmigo" y me llena de amor, de paz, de alegría y de perdón. Cuando sonrío en la calle o ayudo a mi amigo, cuando trabajo con gusto y me esmero en mi estudio, cuando doy de mi agua o me esfuerzo por ser justo, entonces mi oración se hace vida y me llena ese algo mágico que no sólo me completa sino que también echa fuera la suciedad que he mantenido conmigo. Hay mil maneras de llenar ese vaso, de limpiarlo, de compartirlo, de renovar su contenido. Por eso hay tantas maneras de orar. Unos oran en la soledad, otros prefieren compartirlo; unos cantan, otros callan; unos ríen, otros lloran; unos porque sufren, otros porque gozan; unos imitan, otros inventan; unos lo hacen serios, otros como locos…

No te distraigas de la vida hermano, orar es esencial a tu vida como el agua a los peces; si no te conectas, tarde que te temprano te fallarán las pilas. Que no te dé miedo acercarte a tu Padre Dios. ¿Cómo hacerlo? Es muy sencillo: "busca y encontrarás, pide y se te dará, toca y se te abrirá; porque el que busca encuentra, al que pide se le da y al que toca se le abre" (Mt 7,8).

Llena tu vida de aquello que te hace plenamente humano; ¡haz de tu vida una oración! Ahí estará la mayor gloria de Dios, en una vida llena de plenitud.