KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El tema de la anticoncepción

Autor: 
Lawrence Cunningham
Fuente: 
LFC - MX

Si hay algo curioso que resulta a quienes no son católicos respecto de las enseñanzas morales católicas es la prohibición de usar métodos de anticoncepción no naturales en el seno del matrimonio. Muchos católicos casados se resisten a cumplir este mandamiento.

Resulta difícil entender esta prohibición sin situarla en el contexto de la idea católica de que el Matrimonio es un sacramento. Los católicos consideran que la unión estable e indisoluble entre un hombre y una mujer es un signo de gracia. También creen que el Matrimonio es obra de Dios y que su propósito es permitir que un hombre y una mujer se brinden apoyo mutuo y sean fuente de amor. Se trata de una relación orientada a la fundación de una familia y la educación de los hijos nacidos de la pareja. En los círculos católicos se suele hablar de la familia como “iglesia doméstica”.

El catolicismo también enseña que sólo es lícito realizar el acto sexual dentro del Matrimonio y que esta actividad sexual ha de estar abierta a la concepción. Considera que la misma naturaleza del acto es procreativa, aunque a veces no haya concepción. Debido a esta forma de entender la sexualidad como extrínsecamente orientada a la procreación (sin descartar la dimensión unitiva en el amor), no acepta el “sexo por diversión”, ni los actos homosexuales; al revés, considera que son actos desordenados.

Es curioso que esta idea de la actividad sexual tenga sus orígenes en los enfrentamientos de la Iglesia primitiva con grupos como los maniqueos o, después, los albigenses, que entendían que tener hijos era pecado porque daba lugar a que quedaran más almas “atrapadas” en la esclavitud de la carne. Hasta el siglo XX, prácticamente todos los grupos cristianos han prohibido los métodos anticonceptivos. En la encíclica de Pío XI sobre el matrimonio cristiano, Casti connubii, de 1930, y en la de Pablo VI, Humanae vitae, de 1968, se reiteraba la condena a la anticoncepción. Esta última suscitó una grande crisis en el seno del catolicismo aún no superada, pues se creía que la comisión, organizada por los papas Juan XXIII y Pablo VI para estudiar esta cuestión, quería mitigar un poco el rigor de la doctrina tradicional tras la invención, en la década de 1950, de la “píldora”. Sin embargo, la Iglesia volvió a poner énfasis en la planificación natural, y no aceptó la anticoncepción artificial.

Quienes critican esta postura en el seno de la Iglesia afirman que la doctrina ética en la que se basa hunde sus raíces en una comprensión errónea, tanto de la psicología como de la sexualidad humanas. Pero la Iglesia se ha mantenido firme en este punto en las enseñanzas papales y en sus fuentes autorizadas como el Catecismo de la Iglesia Católica o la encíclica Veritatis splendor (1939) de Juan Pablo II. El hecho de que la población católica en general no haya recibido con buenos ojos esta decisión, ha sido una fuente de preocupación para las autoridades eclesiásticas. De hecho, cuando se habla del tema se suelen simplificar los argumentos entre “liberales” y “conservadores”, siendo que se trata de un tema que afecta a la definición misma de lo que hace humanos a las personas, al valor concedido a la misma vida humana y a la necesidad de protegerla. De ahí que nunca puede considerarse que las ideas morales que conforman la Tradición católica sean un mero “conjunto de reglas”. Son la sabiduría que emana de la vida de fe, son consecuencia natural de las aseveraciones esenciales que constituyen el corazón de las enseñanzas bíblicas sobre el íntimo nexo que existe entre Dios creador y los seres humanos que viven por su voluntad.

La Iglesia tiene la convicción de que toda vida humana procede de Dios y de que toda persona, sin importar clase social, género o capacidades, está hecha a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, no puede aceptarse cualquier tipo de situación que dañe, degrade, oprima o haga caso omiso de nuestra humanidad, pues si así se procediera se mancillaría la imagen divina que nuestra persona ostenta.

En nuestros días, el poder de los medios de comunicación, así como las tendencias políticas y actividades de diversos grupos, son hostiles a los estándares morales propuestos por el catolicismo, incluyendo el tema de la anticoncepción. Evidentemente, lo más difícil, es demostrar, con la ayuda de los medios comunicacionales, que las ideas morales de la Iglesia no son, de ningún modo, reaccionarias, sino que están cimentadas en convicciones fundamentales sobre el sentido y el fin de la Creación, de la Encarnación y de las dinámicas sociales que derivan de la idea de un Dios trinitario.

Recordemos que el sexo nos fue dado por Dios para ejercerlo responsablemente a efectos de procrear o como símbolo de amor en el seno del Matrimonio. Cualquier mal uso de la sexualidad, desde el abuso extramarital del sexo (adulterio, fornicación) hasta actividades sexuales en solitario o ilícitas con otros, está prohibido porque no contribuye al fin para que fue creado el sexo, tanto desde el punto de vista de la ley divina como de la ley natural.[1]

 

 

[1] El texto aquí expuesto, tiene sus fuentes en la obra: Lawrence Cunningham, El catolicismo. Una introducción, Akal, Madrid 2014.